Thursday 9 June 2022

variabilidad biológica

    
gracias Jérém por el videito


    Sentada en el piso de la cocina, escribo estas reflexiones, antes de hacer una visita matinal por la marzolina. Tengo el café en la panza y me siento bien. Un poco de ansiedad por los resultados de los experimentos de hoy. Según el análisis de ayer, parece que no logré reproducir los resultados de la semana pasada. ¿Tendré que repetir el experimento una vez más? ¿Es una batalla perdida contra la variabilidad biológica?

    Me veo despegar en este video. Revivo las sensaciones. Siento los comandos en mis manos, la tensión de la vela, la brisa entrando por el frente de mi parapente. Estoy en Francia, en Saint Vincent les Forts. Cuánto me habían hablado de este sitio de vuelo. El famoso Saint Vincent donde se vuela sobre el lago, se aterriza en la playa, se hacen vuelos increíbles de distancia.

    Tengo ganas de volar. Me preparo sobre el césped sintético que lograron instalar los locales con alguna subvención, se ve lindo, felicitaciones. Saint Vincent se pone fuerte después de las 2 pm dicen, atención, explota. Ninguna vela en el aire. Mi análisis me indica que las condiciones son adaptadas a mi nivel, y las previsiones anuncian una ventana de vuelo amplia. Disfruto. Disfruto. Bajo. Busco aterrizaje en la playa. Aterrizo tranquilamente, contenta y frustrada.

    Subo a pie, hago dedo. Me sube una pareja de Cuneo, charlamos, me dejan en el cruce. Camino, hago dedo. Me sube un señor local que me dice que debería haber esperado un poco para despegar, que era muy temprano para lograr mantenerse en vuelo. ¿Tendrá razón? ¿Quién sabe más, yo que soy pilota pero que no conozco el lugar, o el señor local que no vuela? Una hora y media después de aterrizar, llego al despegue nuevamente.

    Como, charlo con los pilotos que llegan, espero a Jérémie que aterriza en el despegue, me preparo para volver a despegar. Todo listo, la brisa se intensificó, espero con calma el momento justo para despegar, tengo ganas de volar. Se acerca un joven local y me pregunta cuánto hace que vuelo, me dice que a 50 km entró un viento de 40 kmh, que hubo un accidente en otro despegue, que me aconseja no volar. Cierro la vela furiosa, muy furiosa, lanzo un grito al aire. Me voy a correr al bosque.

    Al día siguiente en Céüse me encuentro con Nick, que me cuenta que la pilota que tuvo un accidente a 50 km de Saint Vincent era de Nueva Zelanda como él, y que murió. Lloré.

    ¿Dónde está el equilibrio entre ser fiel a mis convicciones, tomando mis propias decisiones, y aceptar al mismo tiempo la información externa y la opinión de los demás? ¿Puede otra persona tomar una decisión por mí? ¿Tengo que mantenerme permeable al otro mientras me transmite sus temores? ¿Mis propios temores no son suficientes para protegerme? ¿Tengo que comportarme como el resto o tengo que trascender? ¿Es una batalla perdida contra la variabilidad biológica o una batalla ganada?

    Quiero que mi vida sirva.

    Voy a repetir el experimento.






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