Corremos cuando queremos avanzar rápido. Alternamos el movimiento de nuestras piernas con mayor ligereza y nos despegamos del suelo con sálticos ridículos y descoordinados. Entramos en un discurso stacatto, pronunciando palabras almacenadas en la reserva muscular de la Real Academia Española, como sálticos y descoordinados.
Ring-raje. Se me pasa el 132. Se me escapó Sheila. Me tiraron una bombucha. Me cierra el super.
Por qué corro?
Corro porque estoy acostumbrada. Es casi innato, o digamos, adquirido durante mi más pequeña infancia. Correr es un modo de estar en el mundo para mí. Lo aprendí. Pero no estoy hablando de instinto. No. Porque el instinto de correr lo tenemos cuando somos chicos, pero después pareciera que el instinto de correr se transforma en instinto de no correr. Si corrés de adulto sos como un nuevo eslabón de la especie humana que acaba de aparecer, y que exterminaremos de inmediato.
Claro, eso, no hablo del instinto de correr. Hablo de que aprendí a correr desde chica. Uno podía estar comiendo, durmiendo o corriendo. Es un modo de estar, de estar en el mundo. Entonces para mí, estar corriendo es natural, es una variante a estar charlando o trabajando.
No siempre corrí por costumbre. Primero fue por obligación. Después por disciplina. Hoy es por costumbre. Y el hecho de estar haciendo algo que conozco, me genera placer. Porque todo el resto de las cosas no las domino: ni el idioma, ni los resultados de los experimentos, ni el riesgo en montaña, ni mi nueva vida en pareja, ni el posible viaje a Argentina. Niente. Correr si, correr lo sé hacer, por costumbre, y me da placer, es parte de mi identidad.
Para qué corro?
Per nulla. Es una de esas actividades inútiles. La inutilidad de correr. Pero no, pará. Yo sé para qué corro. Corro para centrarme. Cuando se desordena la cosa, tipo las galletitas en la heladera y los tampones en la nariz, ahí justo ahí llega el momento de correr. Pone todo en su lugar. La respiración, la contracción de los músculos, la monotonía del movimiento, los sentidos hacia el terreno, el avance rítmico. Todo eso organiza la cosa y me centra otra vez y empezamos de nuevo. Salud mental.
No te parece sentirte más fuerte después de haber hecho deporte? A mi me pasa eso. Experimento una sensación de fortaleza física que me fortifica en todos mis aspectos, moral, mental, social. Salud física.
Dónde corro?
Corro en la montaña y es maravilloso. Esto si que es nuevo. Al principio, correr era sinónimo de atacar o defender. También de test de 3000 metros o test del BIP. Pista de atletismo, o vuelta al parque. Pero hoy, por un regalo de la vida que tanto deseé, correr es sinónimo de subir una montaña, de desplazarme en el bosque, de oler los pinos y de no hacer ruido para no espantar a los ciervos alpinos.
Y las carreras? Qué sentido tienen?
Si, esto también es nuevo. Estoy probando. Hay 3 puntos.
El primero está relacionado a la distinción entre deporte individual y deporte de grupo. Es un poco como el parapente porque es un deporte individual que se puede practicar en grupo. En mi historia de corredora, correr empezó siendo una actividad de equipo, de equipo de hockey. Después evolucionó hacia una actividad solitaria. Y ahí estamos. Correr es una actividad individual. Pero esta historia de los trails en montaña le da el toque de comunidad a la corrida. Vamos todos juntos, algo así como 200 corredores, hacia la cima de algo. Llegamos esa mañana todos a la misma hora a la partida, nos miramos, compartimos alegría, ansiedad, miedos, dolores. Me parece fascinante esa complicidad de la corrida grupal.
El segundo punto de por qué competir es porque es fácil. No necesito aprender ninguna técnica, analizar ningún riesgo, ni temer cometer ningún error. Es fácil solo necesito correr y eso basta. Quizás la única dificultad es resistir. Correr una distancia larga durante más de 3 horas. Resistir al cansancio, a los pensamientos negativos invasivos, a los dolores de rodillas. Pero es fácil resistir, soportar, no es difícil.
El tercer punto es tratar de correr lo más rápido posible y más rápido que los otros corredores. Es el espíritu de competencia en bruto. No sé cómo se explica este deseo de hacer una buena performance, porque en realidad siempre habrán corredores que terminarán adelante mío y otros que terminarán atrás. Para ser sincera, cuando empieza la carrera, no tengo ninguna certeza de poder terminarla. Mi único objetivo es hacerla hasta el final. Es durante el avance de los kilómetros que el objetivo va mutando y comprendo que estoy completando la carrera y entonces pienso: bien, ya hice un tercio, podría ir más rápido, podría pasar al tipo de pantalón amarillo, podría alcanzar a la chica de trenza, podría podría. La última vez, estaba en esa cascada de mutación de objetivos y de pronto me recontra caí. Fue tan rápido que no pude ni siquiera poner las manos. Caí con la cara al piso. Mi hombro derecho me protegió, y logré salvar la nariz. Me paro despacio, me miro, miro las extremidades, todo está bien. Un poco de sangre en el hombro, algún pequeño dolor de rodilla, estoy bien, sigo. No tengo más coordinación, debería bajar el ritmo, estoy tan cansada que al ritmo que voy, mi cerebro no llega a leer el terreno, y los pies no logran adaptarse al terreno. Naturalmente el hombre busca siempre superarse. En este caso para mí, superarme significó respetar mi cuerpo y ser capaz de correr más despacio. Es la humildad que enseña el deporte, el esfuerzo, la montaña. Me gusta.
Avanzar más rápido no siempre es necesario ni la mejor opción para llegar más rápido. Correr es una de las herramientas que la evolución nos dio. Saber usarla en el momento y las circunstancias oportunos es la gran sabiduría a la que quisiera llegar. Ojalá llegue lentamente.
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